Controla Tu Enojo por Neil Anderson

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Una Epidemia de Ira

El mundo tiene un problema serio y creciente en cuanto a la ira, y Los Estados Unidos no son la excepción.  Una encuesta reciente realizada por el U.S. News revela que “una amplia mayoría de los estadounidenses sienten que su país ha ido más allá de todo límite anterior en cuanto a malos modales.  Nueve de cada diez estadounidenses piensan que la grosería se ha convertido en un serio problema, y cerca de la mitad considera que es algo en extremo grave.  El 78% dice que este problema ha empeorado en los 10 últimos años.

¿Tenemos buenas razones para sentirnos enojados?

Casi a diario aparece en los periódicos o en las noticias alguna nueva manifestación de ira.  Basta con salir a la calle, o al tomar el bus o el taxi o aún manejando su auto ves el ambiente hostil al que estamos sometidos.

Hace cerca de dos mil ochocientos años, Jonás, el profeta renuente, se sentó en el puesto de espectador que se había hecho él mismo a las afueras de la ciudad de Nínive, con la esperanza de ver el castigo que enviaría Dios.  Aunque solo fuera eso, Jonás estaba preparado para tener su buena sesión de autocompasión, y los únicos huéspedes invitados eran “yo, mí y conmigo”.  El profeta estaba enojado porque la gente de Nínive se había arrepentido al escuchar su predicación, y sabía que Dios (¡a diferencia de él mismo!) es “clemente y piadoso, tardo en enojarse, y de grande misericordia, y que se arrepiente del mal” (Jonás 4:2).  Él quería que la ciudad quedara destruida, pero al parecer, Dios se inclinaba más a perdonar a sus habitantes si se arrepentían.  Así que Jonás se enojó.

Entonces el Señor le hizo una pregunta: la misma que nosotros nos tenemos que hacer:

“¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (Jonàs 4:4)

Jonás trató de ignorar la cuestión que Dios le estaba señalando, y Dios decidió darle al profeta una lección objetiva.  He aquí el resto de la historia:

Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera.  Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó.  Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo:  Mejor sería para mí la muerte que la vida.  Entonces dijo Dios a Jonás: “¿Tanto te enojas por la calabacera?”  Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte.  Y dijo Jehová:  Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció.  ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde han más de 120 mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales? (Jonás 4:6-11).

Como sucede hoy con la mayor parte de la gente, el estado de humor de Jonás se basaba en las circunstancias.  Cuando Dios “preparó” la calabacera para que le diera sombra, Jonás se alegró.  Cuando Dios “preparó” al gusano y al recio viento solano, se sintió enojado y afligido.  Cuando las cosas iban como Jonás quería, su i

ra estaba bajo control.  Pero no hizo falta mucho para que estallara de nuevo.

Jonás tenía motivos para estar enojado con los ninivitas, pues lo que hacían los convertía en merecedores del castigo divino.  Sin embargo, no estaba dispuesto a manifestarles bondad y misericordia, ni siquiera después de que se arrepintieron.  Le molestó que Dios hubiera decidido perdonarlos.  Por último, estaba furioso contra Dios porque le había quitado su sombrilla de playa y había subido la temperatura del termostato.  Jonás era un hombre iracundo, y estaba convencido de que tenía derecho a serlo, aunque aquello lo matara.

 

En qué piensas

La ira no se produce en un vació.  Como todas nuestras emociones, es ante todo un producto de nuestra vida mental.  Supongamos que andas de compras un día, y alguien te tumba de repente y te cae encima.  No tienes la menor idea de por qué lo ha hecho.  Si lo primero que piensas es que esa persona es descuidada o abusiva, lo más probable es que te enojes.  Tu sistema nervioso responderá de inmediato, y capacitará a tu cuerpo para que reacciones huyendo o peleando.  Si tus sentidos externos te indican que esa persona es un ladrón armado, el chorro de adrenalina que recibirás en tu torrente sanguíneo de inmediato te preparará para que huyas o te protejas.  Si tus sentidos externos captan que solo se trata de unos chiquillos que estaban jugando sin que nadie los supervisara, te sentirás inclinado a sacártelos de encima, sacudirte el polvo y regañarlos por ser tan descuidados.  Cualquiera que sea el caso, tu ira es una respuesta natural a la forma en que tu mente interpreta los datos que recogen tus cinco sentidos.

 

Supongamos que tu pensamiento inicial se dirige a la otra persona, y no a ti mismo.  Tal vez te preguntes qué le ha sucedido que te ha caído encima.  Es posible que te sientas enojado, o al menos sorprendido, hasta que tus sentidos externos te den datos nuevos importantes.  Entonces te das cuenta de que esa persona está en problemas, y tu enojo se convierte enseguida en compasión, y esto causa que grites por ayuda.  Pero al examinar las cosas con mayor detenimiento, te das cuenta de que esa persona está borracha, y ha quedado inconsciente.  Ahora te sientes enojado, y te sacas de encima a la persona con unas fuerzas que no sabías que tenías.  Por tanto, la forma en que sientes depende de los datos que recibes y la forma en que tu mente los interpreta.

 

Los sentimientos se ajustan a las creencias

Esto trae a colación otro concepto importante.  Si lo que creemos no está de acuerdo con la verdad, lo que sentimos tampoco va a estar de acuerdo con la realidad.  

 

No son los sucesos mismos los que inician nuestras respuestas fisiológicas.  Tampoco son las glándulas suprarrenales las que dan inicio a la liberación de la adrenalina.  Lo que sucede es que nuestros cinco sentidos recogen los sucesos externos, y los envían en forma de señal a nuestro cerebro.  Entonces la mente interpreta esos datos y toma decisiones, y eso es lo que determina la señal que va desde el cerebro y el sistema nervioso central hasta el sistema nervioso periférico.  El cerebro no puede funcionar sino en la forma en que lo programe la mente.  Por eso la renovación de nuestra mente nos transforma Romanos 12:2 NVI

No se amolden al mundo actual,

sino sean transformados mediante la renovación de su mente.

Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios,

buena, agradable y perfecta.

 

Prográmate para una renovación

La forma en que está programada nuestra mente se nota en nuestro sistema de creencias, el cual es reflejo de nuestros valores y nuestras actitudes ante la vida.  

 

Lo que creemos sí afecta a la forma en que reaccionamos ante las circunstancias de la vida.  Si nuestra identidad y nuestra seguridad se centran en nuestra relación eterna con Dios, las cosas de la vida, que son temporales, van a causar en nosotros un impacto mucho menor.  A medida que seamos conformados a la imagen de Dios, nos iremos convirtiendo en un poco menos de nosotros, y un poco más como Jesús.

 

Si ese es tu deseo, te invito a unirte a nosotros en oración con respecto a esto.

Padre celestial, te agradezco que me hayas hecho de manera formidable, maravillosa.  Es asombroso que hayas hecho que mi espíritu, mi alma y mi cuerpo estén tan entretejidos e interconectados.  Pero esa verdad me presenta también una grave advertencia.  Puedo ver cómo mis percepciones correctas o incorrectas de la realidad han afectado negativamente mis emociones.  Y cómo perder los estribos me hace daño físico a mí y daña emocionalmente a otras personas.  Solo tú, Señor Jesús, dándome tu vida por medio de mi espíritu, puedes vencer esta lucha que llevo por dentro.  Pero quiero que tú ganes, para poder asemejarme más a ti.  Esto lo pido en tu nombre, Jesús, Amén.

 

Sara De Gracia

Basado en el Libro ”Controla tu Ira”

Autor: Neil Anderson

Clasificación: Vida Cristiana

 
Sara De Gracia

Community Manager en CLC Panamá. Egresada de la Univ. Tecnológica de Panamá con una Lic. en Sistemas Computacionales. Labora en CLC Panamá desde el 2004, y actualmente trabaja en el área de Redes y Mercadeo. Casada con Francisco Camaño.

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