Igual que al Sumo Sacerdote se le ordenó rociar la tierra siete veces con la sangre del animal sacrificial en el Día de la Expiación, la sangre de Jesús se derramó sobre la tierra siete veces para que los siete milagros de la cruz pudieran tener lugar en nuestras vidas.Wilkin van de Kamp nos dirige en un intenso viaje hacia los siete momentos cuando la sangre de Jesús empapó la tierra durante las últimas dieciocho horas de su vida. Los siete momentos que Jesús derramó su sangre no ocurrieron por accidente. Cada uno fue un acto profético, predicho cientos de años antes, inspirados por Dios y hechos mediante Su voluntad.