Adolfo Hitler derramó la sangre de millones por beneficio propio. Jesucristo derramó su sangre para el beneficio de millones. Aún hoy, más de medio siglo después de su derrota y suicidio, el nombre de Hitler es sinónimo de poder, maldad, y genocidio, sin embargo el nombre de Jesús es sinónimo de amor, paz, y vida.
¿Puede imaginar el encuentro de Hitler con Cristo después de que éste se quitó la vida?