Una persona débil físicamente tiene un mayor riesgo de contraer enfermedades. En cambio, un organismo saludable tiene una fortaleza que refleja su vitalidad interior.
De la misma manera, los creyentes en Cristo pueden estar débiles espiritualmente o mostrar una fortaleza interior que los hace altamente resistentes. ¿De dónde nace la fortaleza espiritual? Sin dudas, de la presencia del Espíritu Santo en cada cristiano.