El escenario, con todo, no es halagüeño. El proceso degenerativo a nivel de los procesos educativos es cada vez mayor. El cristianismo no goza de buena prensa en el ámbito histórico y los datos empíricos no nos favorecen.
Ello hace que muchos educadores y maestros, a menudo, se muestren desconcertados a la hora de decidir con exactitud qué es lo que deben plantear y defender a nivel ético ante sus alumnos. Pero si deseamos el éxito de nuestra misión, hemos de ser capaces de plantear y proponer al mundo que nos rodea un sistema de valores éticos que, sin abandonar su base bíblica, resulten atractivos y creíbles a la sociedad actual.